EL BLOG DE SAMUELA lo largo de su vida, Samuel nos escribió numerosas cartas para animarnos en nuestro caminar con Dios. Su vida ha sido un ejemplo de servicio a Cristo, viviendo para extender el evangelio por Latinoamérica.
El ya está con el Señor, pero sus palabras siguen escribiendo nuestros corazones. |
Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a Su Hijo Unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna. Queridos Amigos del Camino: Un fenómeno moderno está tratando de quitar las cruces de templos, santuarios, edificios de organizaciones cristianas y aun de lugares dedicados a la sepultura de cristianos en varios países donde la fe cristiana se está desapareciendo. Lo que es precioso para el creyente en Cristo es “ofensivo” a los ateos y religiones anti-cristianas. Así fue en el mundo bajo el Imperio Romano hasta la conversión del Emperador Constantino al cristianismo. De repente las cruces eran aceptadas y prominentes en las basílicas públicas designadas como lugares para la adoración de Jesucristo. De nuevo el mundo pos-cristiano está rechazando la Cruz y el cristianismo que la usa para recordarnos lo que ella significa para nosotros: el amor de Dios. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a Su Hijo Unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Cada vez que vemos una cruz debemos recordar y predicar el amor de Dios que mandó a Su Hijo a morir en una cruz por todos nosotros. Por esto digo con Pablo: “No me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree...” (Rom. 1:16). Porque el Evangelio (las Buenas Nuevas) es que “...Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (I Cor. 15:3,4). Por esto Pablo dijo a los corintios: “Cuando fui a vosotros, hermanos, proclamándoos el testimonio de Dios, no fui con superioridad de palabra o de sabiduría, pues nada me propuse saber entre vosotros, excepto a Jesucristo, y éste crucificado” (I Cor. 2:1,2). Si no hay una cruz con Su muerte, Su sangre derramada, Su vida entregada por nuestros pecados, no hay cristianismo, no hay perdón, no hay salvación de la condenación sobre todos los pecadores. La Cruz de Cristo es la base del plan divino para salvar a los que creen en Cristo para ser salvos. Esta cruz hizo su obra hace casi 2000 años y todavía es la única respuesta divina para la salvación de la condenación eterna. Tenemos que confiar en Aquel que fue crucificado para recibir luego Su perdón y vida nueva. Esta vida resucitó de la tumba victoriosa sobre la muerte. Lo que sucedió hace tanto tiempo era necesario para perdonarnos hoy y darnos vida nueva eterna. Esta es la importancia de la cruz en el mensaje del Evangelio. Es indispensable, hermanos. Su muerte pagó el precio del pecado para todos los que creemos y por eso somos libres de la pena de muerte (Rom. 6:23). La siguiente verdad también se basa en Su muerte en la cruz. Romanos 6:3,4 dicen: “¿No sabéis que todos los que fuimos bautizados en Jesús el Cristo, fuimos bautizados en su muerte? Por tanto, fuimos sepultados juntamente con El para muerte por el bautismo, para que así como el Mesías fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.” Esta verdad de nuestra muerte CON El en Su cruz nos libera del poder del pecado sobre nuestra naturaleza humana heredada de Adán y Eva. La segunda verdad es que ya somos libres de la esclavitud al pecado (Rom.6:6,14-18). Por la cruz tenemos libertad de la pena de muerte y el poder del pecado en nuestra naturaleza humana. El capítulo 8 de Romanos explica cómo el Espíritu de Vida en Cristo Jesús nos libera de la ley del pecado y de la muerte (8:2-9). Por eso celebramos esta libertad cada vez que vemos una cruz. Pero nuestra cruz es la que tenemos que aceptar y llevar hoy, todos los días, para que nos libre de la vida carnal, egoísta, natural que llevamos gracias a nuestros padres Adán y Eva. Esta es la cruz del discipulado de Cristo que nos libra del poder del “viejo hombre”, cautivado por los pecados de la naturaleza humana heredada de los ancestros. Por esto, el llamamiento de Cristo a los que creían en Él era: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.” En esta entrega de nuestra propia vida para vivir la vida de Cristo tenemos una cruz diaria que es necesario llevar para seguirle. Cuando uno cree en Cristo el Espíritu Santo produce en él “el querer” seguir a Cristo y también “el hacer” (Fil. 2:13). No tenemos ni el deseo ni el poder en nuestra propia naturaleza floja, egoísta, mundana y espiritualmente débil en cuanto a las cosas que Dios quiere. Pero Filipenses 4:13 dice que “todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Hay cuatro pasos básicos que debemos tomar: querer, decidir, negarme a mi YO, llevar mi cruz de obediencia, y seguir Su ejemplo y Palabra. Cuando llevamos nuestra cruz nos identificamos con aquella victoria sobre el diablo, la muerte, el pecado y el mundo en el Calvario hace tantos años, y esa identificación se hace verídica, como dijo Pablo, “Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal.2:20). Lo que El hizo por nosotros sigue dándonos Su vida cada día, como una fuente de vida en nosotros. Si nunca has entendido la importancia de la Cruz de Cristo, hoy puedes aceptar esta verdad de la salvación en Cristo, poniendo toda tu confianza en lo que Dios hizo por ti en aquella cruz, y desde ahora la puedes ver como el ícono del amor de Dios que hizo posible tu salvación eterna. No creas en ningún otro mensaje sino el del Cristo crucificado y resucitado. Esta es la única base de la verdadera paz con Dios (Rom. 5:1) y la victoria sobre el pecado. Si estás tratando de seguirle por tus propias fuerzas humanas, nunca vas a poder ser un verdadero discípulo de Cristo hasta que llevas tu cruz donde tus ideas, gustos, fuerzas y debilidades están crucificadas con El. No hay otro camino. Solo así fluirá Su vida por el Espíritu por todo lo que haces por y con El. Abrazos, Samuel
ORACIÓNSeñor, gracias por tu muerte en la cruz, por tu entrega de Amor y compasión por mi vida. Haz que nunca me acostumbre a este grandioso milagro: Me diste Vida Eterna perdonando mis pecados. Gracias por tu sangre derramada, por tu obediencia y eterna misericordia. Gracias por salir a mi encuentro y alcanzarme. Hoy Señor, renuevo mi llamado. Cargo mi cruz y me comprometo a seguirte, a cumplir con obediencia tu mandato a conocerte, amarte y darte a conocer. Todo esto Padre, te lo pedimos en el nombre de Jesús. ¡Amén! |